Fanny Aizenberg habla de la vida de los judíos belgas después de la invasión alemana de mayo de 1940. El esposo de Fanny acudía al llamado de la Real Fuerza Aérea que pedía voluntarios belgas mientras Fanny cuidaba de su hija pequeña en Bélgica.
La transcripción completa
FANNY AIZENBERG: A pesar de todo, teníamos esperanzas. Pero el miedo era tremendo porque estábamos ante algo desconocido y no sabíamos qué pasaría al día siguiente.
NARRADOR: Más de sesenta años después del Holocausto, el odio, el antisemitismo y el genocidio todavía amenazan a nuestro mundo. Las historias de vida de los sobrevivientes del Holocausto trascienden las décadas, y nos recuerdan que permanentemente es necesario ser ciudadanos alertas y poner freno a la injusticia, al prejuicio y al odio, en todo momento y en todo lugar.
Esta serie de podcasts presenta fragmentos de entrevistas a sobrevivientes del Holocausto realizadas en el programa público del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos llamado En primera persona: conversaciones con sobrevivientes del Holocausto.
Fanny Aizenberg habla con el presentador, Bill Benson, de la vida en Bélgica después de la ocupación alemana y su decisión final de separarse de su hija para esconderla.
BILL BENSON: El 21 de marzo de 1939, dio a luz a su hija, Josiane. En ese momento, con un bebé recién nacido y sabiendo que Kristallnacht había ocurrido en noviembre, ¿recuerda si ya sentía temor en ese momento? ¿Era una época de incertidumbre y miedo para ustedes, o todavía era una época de esperanza?
FANNY AIZENBERG: A pesar de todo, teníamos esperanzas. Pero el miedo era tremendo porque estábamos ante algo desconocido y no sabíamos qué pasaría al día siguiente. No podíamos creer que semejante persecución de judíos fuera posible y continuara.
En Bélgica hay clínicas diferentes (no sé si las llaman así en los Estados Unidos) para las jóvenes que van a dar a luz. Se debía ir una vez por semana. Un médico revisaba a los bebés, también verificaban si necesitaban vacunas y nos daban comida sin [necesidad de] que pagáramos.
En 1940, cuando los alemanes invadieron Bélgica, nuestro mundo se derrumbó porque, como mencioné anteriormente, nos habían dicho que Bélgica y Holanda seguirían siendo países libres, como España y Suiza, pero por supuesto eso no ocurrió. Ocuparon los dos países.
Cuando los alemanes ocuparon Bélgica, la primera medida que tomaron fue prohibir que los judíos fueran a esas clínicas y, por supuesto, no podíamos ir con los niños. No se permitía que los profesores judíos enseñaran ni que los médicos judíos ejercieran su profesión, que ayudaran a otras personas.
Cuando eso comenzó, el miedo era terrible. No encuentro una palabra en inglés que describa el miedo que tenía cada uno de nosotros, constantemente, porque no sabíamos cuál sería el siguiente paso. Además, cuando los alemanes ocuparon Bélgica, todos tuvimos que presentarnos y entregar nuestras radios en un lugar específico. Y así quedamos inmediatamente desconectados de las noticias y de todo.
BILL BENSON: Fanny, en ese momento, por supuesto, cuando Bélgica fue invadida, era mayo de 1940. Alemania y Rusia habían atacado a Polonia en 1939. Inmediatamente después de la invasión y ocupación de Bélgica, ¿qué pasó con Jacques? Antes dijimos que había respondido a la convocatoria de voluntarios. Cuéntenos.
FANNY AIZENBERG: En 1939, el gobierno belga había solicitado a los jóvenes que se alistaran porque el gobierno también tenía miedo y no se sabía qué podía ocurrir al día siguiente. Había pedido que se alistaran para que ayudaran en caso de peligro, sin saber qué tipo de ayuda darían. Y por supuesto, como miles de jóvenes en Bélgica, mi difunto esposo también se alistó.
BILL BENSON: Entonces, que usted supiera, estaba sola con Josiane.
FANNY AIZENBERG: Exacto.
BILL BENSON: ¿Qué hizo después?
FANNY AIZENBERG: Como nos dijeron que todos íbamos a tener que trabajar (dónde y cuándo, no sabíamos), inmediatamente los movimientos clandestinos de Bélgica (los llamábamos “la resistencia”) empezaron a buscar lugares para esconder a los niños judíos.
Gracias a las iglesias y a las familias… hay una película en el quinto piso [del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos] (y estoy segura de que van a seguir exhibiéndola), que muestra las personas que fueron amables y que estuvieron dispuestas a arriesgar la vida para ayudar a que los niños judíos se escondieran.
Estoy segura de que muchas personas de la audiencia pueden entender lo difícil que fue. Yo tenía una hija pequeña y, como se había acordado, dos señoras vinieron para llevársela y esconderla. Yo no las conocía. No se me permitía saber dónde la esconderían, para evitar que delatara a otras personas si me arrestaban y golpeaban.
Mi hija no quería separase de mí. Lloraba y gritaba, pero pudo esconderse, y gracias a Dios, sobrevivió y, repito, gracias a la amabilidad y a la generosidad de otras personas. También debe tenerse en cuenta que en Bélgica teníamos raciones, y las personas que nos ayudaron lo hicieron gratis. Nadie recibió dinero. Y arriesgaban la vida. Y así vivíamos, con miedo, día a día.