Martin Weiss relata su deportación en mayo de 1944 del ghetto de Munkacs, que en ese momento formaba parte de Hungría, y su llegada a Auschwitz-Birkenau, el mayor centro de exterminio nazi.
La transcripción completa
MARTIN WEISS: “Separaban a los hombres de las mujeres, luego teníamos que hacer cola y un oficial nos decía que fuéramos a la izquierda o a la derecha. Si uno iba a la izquierda, iban a matarlo. Si uno iba a la derecha, iba a trabajar”.
NARRADOR: Más de sesenta años después del Holocausto, el odio, el antisemitismo y el genocidio todavía amenazan a nuestro mundo. Las historias de vida de los sobrevivientes del Holocausto trascienden las décadas, y nos recuerdan que permanentemente es necesario ser ciudadanos alertas y poner freno a la injusticia, al prejuicio y al odio, en todo momento y en todo lugar.
Esta serie de podcasts presenta fragmentos de entrevistas a sobrevivientes del Holocausto realizadas en el programa público del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos llamado En primera persona: conversaciones con sobrevivientes del Holocausto.
En el episodio de hoy, Martin Weiss le cuenta al presentador, Bill Benson, cómo fue su deportación y su llegada a Auschwitz, el mayor centro de exterminio nazi.
MARTIN WEISS: Un día, hicieron detener un tren con vagones de carga e inmediatamente nos hicieron subir a esos trenes, a los vagones de carga.
Recuerde que en ese momento nos íbamos como húngaros. Estábamos ocupados por Hungría. Había unas 125 ó 135 personas en cada vagón de carga. Recuerde que íbamos tanto jóvenes como viejos… Tenía un tío con tuberculosis. Tenía tuberculosis y estaba en un sanatorio. Hasta a él lo trajeron, en una camilla. No iban a dejarlo. Y lo enviaron a…
BILL BENSON: Y lo enviaron a Auschwitz.
MARTIN WEISS: Murió antes de que lo enviaran, pero la cuestión es que no dejaban a nadie. Esa era la situación. Y nos subieron a un tren. Como ya mencioné, nos subieron a un tren con 125 ó 135 personas en cada vagón de carga con paquetes. Sin instalaciones sanitarias ni agua ni comida. Durante tres días y noches, estuvimos en el tren.
Finalmente, llegamos a Polonia. Francamente, estábamos muy asustados porque habíamos escuchado todas las cosas que sucedían en Polonia. Además, porque vimos por la abertura de la puerta los nombres de las ciudades y también escuchábamos que afuera hablaban en polaco. Sabíamos que estábamos en serios problemas.
Pero nunca habíamos escuchado hablar de Auschwitz hasta que llegamos allí. Llegamos a Auschwitz durante la noche, aproximadamente a las doce… No recuerdo con exactitud, era tarde a la noche, eran como las doce de la noche. Abrieron las puertas y nos vimos rodeados por reflectores. Salimos del tren. Quien haya visto un manicomio o pueda imaginar el infierno, bueno, esto debe haber sido algo así. Porque todos trataban de aferrarse a sus hijos; trataban de no soltarse. Mientras tanto, había gente vestida con esa ropa a rayas que puede verse en el Museo, que vestían los prisioneros. Era la primera vez que los veíamos; caminaban con palos grandes gritando y vociferando: “Schnell. Schnell”, “¡Salgan!” y “¡Muévanse! ¡Muévanse rápido!”. Todos trataban de no soltarse y todos estaban muertos de miedo. Como dije, los reflectores nos encandilaban.
Mientras tanto, tenían guardias, con el dedo en el gatillo, diría, y perros policía alemanes que nos rodeaban. Hasta el día de hoy, no lo comprendo, ya que todo estaba cerrado en un patio con cercas electrificadas. Y nadie podía escaparse a ningún lado.
En cuanto bajamos, comenzaron a separarnos, los hombre de las mujeres. Luego teníamos que hacer cola. Todo tenía que hacerse muy rápido, a toda velocidad. Estos tipos con palos caminaban y nos obligaban a apresurarnos. La Gestapo lo supervisaba. Todos, fueran agresivos o no, tenían que actuar con agresividad. Algunos lo eran, otros solamente actuaban de esa manera. De todos modos, separaban a hombres de mujeres. Luego teníamos que hacer cola y un oficial de pie nos decía que fuéramos hacia la izquierda o la derecha. Si uno iba a la izquierda, iban a matarlo. Si uno iba a la derecha, iba a trabajar. Básicamente, ésta fue nuestra iniciación o nuestra primera experiencia en Auschwitz.
Por supuesto, nunca habíamos escuchado hablar de los crematorios. Nunca habíamos escuchado que hubiera algo como esto. Ni siquiera estaba en nuestro vocabulario; sencillamente no existía. Pasamos y nos eligieron: a mi padre, algunos de mis parientes y mucha otra gente de mi pueblo. Hicimos cola. Yo no era muy robusto. Tenía unos 15 años; en realidad, para mi edad era de contextura pequeña. Resultó que fui el único de los muchachos de mi edad que salió con vida; de unos 30 ó 35 muchachos; a todos ellos los enviaron a matar la primera noche que llegamos a Auschwitz. Yo se lo atribuyo a que yo llevaba dos o tres camisas, porque nos habían advertido sobre el trabajo, por eso quería parecer más grande y de alguna manera pasé. En realidad, fue una cuestión de suerte.
Luego pasamos por las duchas. O antes de ir… Nos separaron y fuimos elegidos para trabajar. Nos agruparon y el resto de la gente se fue a otro lado. Mientras estábamos parados allí, noté que había un pequeño espacio entre nosotros y había un grupo de personas, y vi que mi madre y mis dos hermanitas estaban del otro lado. Entonces, le dije a mi padre: “Voy a correr por este espacio para irme con mi madre porque podré conseguir comida o algo”. Porque mis hermanas eran muy jóvenes para poder hacerlo y de esta manera podía ayudarlas.